«Chamberlin había recopilado las descripciones de varios pilotos que decían haber sido
testigos de aquellos artefactos. Para este autor, ninguna razón convencional podía explicar las
inverosímiles evoluciones de aquellas luces, ni tan siquiera el que se tratase de un dispositivo
para desorientar a los radares», afirma el experto.
Su conclusión fue tajante: estos objetos eran realmente armas nazis.
Para ello se basó en la
idea de que las luces voladoras «desaparecieron cuando las fuerzas de tierra aliadas
capturaron el área al este del Rin. Ésta era conocida por ser la localización de muchos
centros de experimentación alemanes».
«Según Chamberlin, los militares aliados no estaban dispuestos a hacer públicas las
informaciones con que contaban sobre el origen de estas avanzadas armas, por lo que se
atrevió a asegurar que ‘permanecerán ocultas durante tiempo, posiblemente para siempre’»,
determina Hernández
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