sábado, 13 de octubre de 2012

Hermógenes, el ufólogo

Antes de fin de año, el abogado, columnista y fiel defensor del régimen militar, Hermógenes Pérez de
Arce, lanzará su último y más sorprendente libro, llamado Confieso que creo en los ovnis. Allí contará
todas sus experiencias y teorías relacionadas a una de las pasiones de su vida: los seres
extraterrestres, los mismos que, según él, están controlando la Tierra.
Ampliar -Ahí está. Ese es el lugar donde se posó el artefacto redondo y luminoso. Donde se posaron los ovnis -anuncia Hermógenes Pérez de Arce. Su dedo índice señala un sector del cerro Pochoco. Examina el lugar y asiente con su cabeza un par de veces, seguro de lo que afirma. Está allí, donde más de 10 años atrás, según él, se detuvo una nave espacial que dejó a su alrededor los arbustos quemados, a causa de la radiación emanada por esa construcción extraterrestre. 
El lugar que identifica Pérez de Arce no difiere demasiado del resto del sector: sólo hay un par de manchones con menos vegetación. -Y siguen chamuscados. Yo los veo bien chamuscados todavía, ¿no? Sonríe, complacido por su certidumbre. Una hora atrás, el más férreo defensor del gobierno militar examinaba con detalle el mapa que lo llevaría en su Mercedes-Benz sedán azul marino a los pies del cerro Pochoco, en sector de El Arrayán. De bototos, jeans azules, camisa cuadrillé y chaqueta de gamuza café, decidió emprender la caminata que alguna vez hizo casi todos los fines de semana y donde vio, primero sorprendido, luego fascinado y finalmente crédulo, eso que tanto lo impresionó y que hoy describe como las marcas dejadas en la tierra por objetos venidos de fuera del planeta. -¡Ovnis! -repite. Todo partió hace poco más de una década, cuando el dueño de una de las casas que miran hacia el cerro le dijo que un objeto luminoso se había detenido frente a su terreno. “Esa casa lo presenció todo”, dice Hermógenes. Y aunque él no vio nada, no necesitaba ser testigo directo para creerlo. A esas alturas, Pérez de Arce ya había visto ovnis en tres ocasiones. 
De ahí, su ferviente creencia en seres superiores que, según él, controlan cada movimiento que hacen los humanos en la Tierra. Está sentado en el escritorio de su oficina en Huechuraba, en la imprenta familiar Nuevo Extremo Ltda., que hoy maneja su hijo mayor. Pérez de Arce, más bien, está dedicado a su familia, a manejar sus propiedades y a exponer sus opiniones en un blog. A sus espaldas se encuentra un estante lleno de libros, entre ellos varios que tratan sobre la vida en otros planetas. Esa, dice, es su “afición”. Aunque no se dedica por completo a ello, sí reconoce leer mucho del tema y que, incluso, lo han llamado para hacer seminarios y charlas sobre ovnis. Su conocimiento se basa, principalmente, en sus tres avistamientos, la lectura de textos especializados y las conversaciones con personas que, según cuenta, han tenido contacto extraterrestre. Convencido, Hermógenes ha decidido pasmar esas ideas en el único libro que está trabajando y que lanzará en los próximos meses con el título Confieso que creo en los ovnis. “He visto ovnis en tres ocasiones. La primera vez fue en los 60, estando a la orilla del mar en la noche con mi mujer, María Soledad; mis hijos chicos y mis suegros. Fue como ver pasar una joya por el horizonte, por el brillo fantástico de todos los colores que un diamante puede despedir. Pasó de forma horizontal y silenciosa. Todos quedamos muy impresionados”, cuenta. Desde niño creyó en los ovnis. “Yo sabía que existían, porque en Santiago se veían mucho. Les decían discos voladores y la gente estaba revolucionada, porque salía en los diarios”. La segunda vez que los vio fue el mismo día del entierro de su madre, el 17 de agosto de 1985. “Volviendo del cementerio, nos dimos cuenta de que la casa estaba revolucionada, porque había una cosa dorada en la cordillera. Yo lo vi con anteojos larga vista, era una especie de cáliz dorado, con una antena hacia arriba y otra hacia abajo. Estuvo bastante rato visible, hasta que se fue alejando y desapareció. Don Francisco lo dio por televisión, los diarios lo recogieron. Ahí vino el debate, de que eran imaginerías, pero yo lo vi”, dice. No le importa que lo tilden de “loco” por creer en los ovnis. “No me importa. Muchas personas en alguna conversación acalorada me han dicho que mis opiniones no valen, porque creo en los extraterrestres. Pero para mí es un tema interesante y trascendental para la humanidad”. La teoría de Hermógenes Pérez de Arce sobre ese 17 de agosto de 1985 va un poco más allá que la sola experiencia de haber visto un ovni a lo lejos, según afirma. Veinte años más tarde lo entendió todo. “Me fui a tratar una lesión con un señor que aplica imanes, que se llama Octavio Ortiz. Conversando con él, me dijo: Oiga, don Hermógenes, yo he visto que usted en entrevistas declara que cree en los ovnis. Le respondí que por supuesto, que era un tema muy interesante y que he leído mucho al respecto. Entonces me dijo: Bueno, yo tuve trato durante ocho años con habitantes de otros planetas, que están acá en Chile, en una isla”. Ortiz le contó que es radioaficionado y que, gracias a eso, una noche de 1984 se comunicó con un tipo que decía ser de otro planeta, hijo de una americana con un extraterrestre. Su nombre era Ariel, tenía una voz calmada. “Ariel le preguntó a Octavio si quería hacer amistad con él. Le contó que vivía en la isla Friendship, al frente de Puerto Aguirre, en la Undécima Región. Toda esta relación fue por radio, en términos muy religiosos, le hacía recomendaciones muy morales, de la Biblia. Dice que su vida empezó a cambiar”, cuenta Pérez de Arce, quien luego explica por qué Ariel es tan importante para entender de dónde venía ese ovni dorado que vio el día del entierro de su madre. “Ese día, Ariel se comunicó con Octavio, quien le dijo: Sal al jardín y mira hacia la cordillera. Yo estoy aquí, te estoy hablando desde el objeto volador no identificado”, dice. Pérez de Arce no duda de las palabras de Octavio Ortiz: “Es un tipo honesto, que trabaja en una profesión honesta, es una buena persona, entonces, yo le creo”. Hace un año volvieron a encontrarse y Octavio le contó que todo el tiempo está viendo una pequeña luz. “Me pregunta a mí si la veo, pero yo no la veo. El cree que son ellos, que siempre están vinculados con él. Que lo tienen absolutamente monitoreado”, cuenta Hermógenes. Octavio Ortiz escribió un libro donde contó esto y Pérez de Arce lo ayudó a editarlo. De ahí se le ocurrió la idea de visitar esa isla que ellos llaman Friendship, pero que no aparece con certeza ubicada en el mapa. “El 3 de marzo de 2010, yo iba a partir a la isla con mi hijo mayor. Tenía todo listo, dos dueños de yates nos iban a acompañar, pero tres días antes vino el terremoto, y las mujeres de mi familia se opusieron y no fuimos. Ahora estamos preparándolo de nuevo”, dice sonriendo. Su hijo, del mismo nombre, lo quiere acompañar en esa travesía; también cree en los ovnis. En realidad, tres de sus cuatro hijos -uno de ellos, el menor de 36 años, padece síndrome de Downcreen en los ovnis. “Ellos han visto, por eso creen. Vieron luces inexplicables cruzar por el cielo que no son aviones. Uno de ellos, incluso, una vez estaba en la costa y vio venir una luz. Le hizo una seña y dice que la luz hizo un destello impresionante. Quedó muy emocionado”, cuenta. Además, asegura que a una persona “muy cercana” le sucedió algo inexplicable. “Una persona próxima a nosotros estaba yendo en auto de Petrohué a Ensenada, junto a dos personas. Era de noche y vieron venir una luz muy potente. Una hora y 50 minutos después aparecieron 20 kilómetros más allá, frente a una comisaría. No tienen noción de dónde estuvieron durante ese tiempo. Dos de ellos quedaron con dolores en el brazo y en el pecho. 
Yo les he dicho que se sometan a hipnosis para saber qué les pasó, pero ellos no quieren”, dice. Según lo que él ha leído, “las personas que han sido abducidas, que han relatado haber estado en naves espaciales, han sido intervenidas por los extraterrestres. No les han hecho daño, pero sí les han intervenido los órganos”. -¿Le gustaría ser abducido? -Tanto como gustarme, no. Pero me interesaría mucho. Y me gustaría saber, bajo hipnosis, lo que me pasó -responde Pérez de Arce. Se queda pensando en la pregunta. Luego dirá que no le daría miedo encontrarse con un extraterrestre. Basado en los libros sobre ovnis que ha consultado, él infiere que “son personas muy superiores a nosotros, no son tipos malvados que van a matar humanos. Creo que somos un planeta vigilado por entes con aptitudes y capacidades superiores que no desean interferir explícitamente en la Tierra, pero que pueden influir perfectamente en momentos decisivos”. Según lo que ha leído sobre las personas que han sido abducidas, concluye que los extraterrestres quieren conservar el planeta. “O sea, si ven que hay una catástrofe ecológica, pueden tratar de influir para que no suceda. Hay personas que han sido abducidas y que cuentan que después han tendido hacia la preservación del planeta. Da la impresión de que ellos reciben un cursillo de mantenimiento del planeta. Por eso, algunos dicen que Tompkins es extraterrestre. La misión de Tompkins es que los humanos no le hagan nada al planeta”. Aunque no tiene pruebas concretas de lo que está diciendo, está convencido. Le gusta el tema, cree en los extraterrestres. Con esa misma vehemencia que ya es tan conocida. “Creo que están presentes y controlan lo que quieren, gracias a que tienen los medios para hacerlo. Tienen supertecnología. Creo que lo que dice Octavio de que él ve una luz podría ser un monitor. Ahora, ¿quién analiza la información que llega por los millones de monitores? Bueno, para eso se requiere una tecnología muy avanzada, que pueda determinar qué es trascendente y qué no. Por ejemplo, si yo digo: Voy a hacer estallar una bomba atómica, el monitor de los ET dice: tit tit tit tit tit y así se preocupan del problema. No me cabe duda de que tienen una súper tecnología. O, por ejemplo, si el gobierno de Chile decidiera atacar la isla Friendship, haría el loco. Podríamos perder toda la Armada, toda la Aviación y a ellos no les pasaría nada, porque tienen un poder infinitamente superior”. Una noche de 1998, a las 4.30 a.m., fue la tercera y última vez que Pérez de Arce dice haber visto un ovni. “Yo estaba durmiendo y mi mujer se levantó, abrió las cortinas y vimos que había un globo blanco muy brillante y bonito con una lucecita roja en un rincón, detenido frente a nosotros. Yo saqué mis anteojos e inmediatamente empecé a mirarlo. Pasó otro igual, y se fueron los dos hacia el surponiente y desaparecieron detrás de los árboles”. Pero lo que más le impresionó fue otra cosa. “¿Por qué María Soledad, mi mujer, a las cuatro de la mañana, corrió las cortinas? Para mí es un misterio que me indica que puede haber algo ahí. Ella no sabe por qué lo hizo y no es aficionada al tema. Cree en los ovnis porque los ha visto, pero encuentra que es una chifladura mía. ¿Qué puede explicar que ella se haya levantado a correr las cortinas? ¿Y por qué no me pasó a mí, que soy el interesado?, ¿por qué no me despertaron a mí los ovnis?”, se pregunta. De vuelta al cerro Pochoco. A sus 76 años, a Hermógenes Pérez de Arce le cuesta subir el cerro, más de lo que le costaba antes, hace una década, cuando vio por primera vez la huella que dice dejó la nave espacial. Dice que en su nuevo libro, Confieso que creo en los ovnis, relatará todas sus experiencias y las de quienes conoce. Resumirá su opinión y “expondrá los hechos al alcance de los chilenos, con amenidad”. Hasta ahora, el libro tiene 100 páginas y espera escribir 100 más las próximas dos semanas. Por ese motivo viajará a la playa, para concentrarse y escribir tranquilo. Antes de publicarlo espera cumplir su sueño: viajar a la isla Friendship, donde apuesta a encontrar algo especial que pueda dejar patentado en su nueva y más sorprendente obra escrita. Mira al cielo por última vez. -Cada vez que he dicho que creo en los ovnis, salgo a la calle y no falta alguien que me hace gestos así, como de que estoy loco -dice Hermógenes-. Es natural. Pero yo creo en ellos y creo que están aquí.

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