El fenómeno de los círculos del maíz se ha convertido en el mayor enigma al que se enfrenta
la humanidad en el siglo XXI: dimensiones gigantescas que llegan a abarcar varios cientos
de metros de diámetro en cada uno de ellos, una concepción de los diseños para ser vistos
exclusivamente desde el aire, tal y como ocurre en las líneas de Nazca, una perfección
absoluta en los trazos como seña de identidad propia y, sobre todo, unos códigos, unos
significados, unos mensajes en cada uno de ellos capaces por sí solos de cambiar nuestra
manera de pensar y la concepción que tenemos del universo.
¿Quién ha podido hacer algo así? ¿Qué relación tienen con el fenómeno
Ovni?
¿Cuántas temáticas abarcan estos crop circles? Y, finalmente, ¿qué
significado moral tienen estas apariciones y qué significan a nivel filosófico
para el ser humano?
Es un fenómeno muy repartido por el mundo, que atrae a los buscadores de
lo insólito, pero no hay todavía solución científica sobre todo porque para
hacerlos son necesarios conocimientos bastante avanzados de ingeniería.
Hay en 35 países unos 7000 diseños en campos de maíz, pero el fenómeno
viene siendo conocido desde hace milenios y ya fue materia de estudio en
la universidad de Oxford en el siglo XVII.
Un periódico inglés de aquella época daba cuenta de la aparición de
círculos, atribuidos al “demonio segador”, de acuerdo con la imaginación de
la época. Las plantas estaban trenzadas de manera que no parecía obra humana.
Otro periódico inglés habla en la misma época de “círculos de fantasía” de
unos 50 metros de diámetro. Todavía hoy aparecen en Inglaterra cerca del
70% del total de los diseños del mundo entero.
Al principio los círculos eran sencillos, pero hace algunas décadas aumentó
mucho la complejidad y los diseños reflejan curvas que expresan
ecuaciones matemáticas complejas, y aparecen de la noche a la mañana.
Algunos aventuran que se trata de campos magnéticos o eléctricos que por
algunas razón quedan “impresos” en los campos, ya que muy pocos pueden
diseñarlos aun cuando sean conocedores competentes. Se trata de
espirales perfectas que se cruzan sin ningún error de cálculo, que se
pueden rehacer con mucho trabajo con programas informáticos como
autocad.
Casi siempre son diseños bellos, de proporciones perfectas, que usan principios de geometrías no
euclidianas, incluso en tiempos en que no eran conocidas porque no habían sido inventadas todavía.
Algunos expresan componentes tridimensionales en dos dimensiones, lo que los hace mucho más
enigmáticos y difícil atribuirles algún origen más o menos plausibles.
El circulo en Las
Perdices: ¿un ovni
aterrizó?
Otros contienen códigos matemáticos que sólo conocen especialistas y los cortes están realizados a
diversas alturas para preparar ciertos efectos estéticos.
Los diseños, como las líneas de Nazca, en el Perú, están hechos para ser apreciados desde el aire,
como lo han comprobado los que los han fotografiado desde avionetas, sobre todo en los campos
ingleses.
Otros dibujos marcan direcciones, que apuntan a otros círculos que
aparecieron el mismo día a algunos kilómetros de distancia.
Algunos no se pueden ver desde alturas del terreno, como colinas, pero
aparecen claros desde más altura, como desde aviones o helicópteros. A
nivel del suelo no se ve más que surcos a los que no se puede atribuir
sentido.
Uno de ellos, en Inglaterra, está basado en el número 28. Los cuadros
fueron apareciendo de a poco, a medida que maduraban los guisantes, y a
medida que progresaban los ciclos de la Luna. Cambiaban de colores de
modo que se iban haciendo notorios con el cambio de las semanas.
(Una observación: el 28 es uno de los números que los antiguos llamaron
“perfectos” porque es igual a la suma de sus divisores; 28 = 1+2+4+7+14.
Esta cualidad se relacionaba con que era el número de días que necesita la Luna para orbitar la
Tierra y con sus cuatro fases, que determinan la semana de siete días.
San Agustín mencionaba otro número ”perfecto”, el 6, que es también la suma de sus divisores: 6=
1+2+3, y lo relacionaba con el número de días en que Dios creó el mundo).
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