Según la información brindada por este mismo medio, el domingo pasado fue avistado por
varios testigos un Ovni sobrevolando la frontera norte, concretamente sobre los molinos
arroceros ubicados en el acceso a Río Branco por la ruta 26.
El objeto se desplazaba al
mediodía, envuelto en potentes destellos y desarrollando "un inusual patrón de vuelo", según
lo consignado por el señor Ángel Prado, experto en objetos voladores no identificados. Prado
confesó su apasionamiento por ese tipo de fenómenos e indicó que son frecuentes los
avistamientos y que él es un observador habitual del cielo y el movimiento de las nubes. Acotó
que sobre el Puente Mauá es común el pasaje de esos objetos que vuelan muy bajo. Dijo que a
simple vista "y a pesar de estar nuboso", se puede ver que no son aviones ni pájaros.
Lo primero que me surge comentar es que, tras años de habernos abandonado, los Ovnis han
regresado al cielo patrio. Otra vez, la dramática y a la vez esperanzadora frase "no estamos
solos" cobra fuerza. Regresa el misterio y la posibilidad de que muchos de los que miran el cielo
con método, como el señor Prado, sean recompensados. Es paradójico también que, en
momentos que nos estamos quedando sin vuelos, los objetos volantes inexplicables
zigzagueen otra vez por el firmamento para generar maravilla y debate. Por suerte nos
sorprenden mejor pertrechados tecnológicamente: cualquier ciudadano que disponga de un
celular con cámara fotográfica podrá capturar imágenes de los extraños bólidos que emiten
luces. Así que atentos, en especial en Río Branco.
Pero, más allá de las pruebas que durante años se han acumulado -la mayoría, apócrifas- de la
existencia de los Ovnis, sobre lo que no caben dudas es que sus apariciones siempre generan
una renovación de la mitología que acompaña a esos fenómenos. No recuerdo cuándo fue la
última vez que se produjeron avistamientos en nuestro territorio, pero es bueno recordar que
en Uruguay existe la Comisión Receptora e Investigadora de Denuncias de Objetos Voladores
No Identificados (Cridovni), dependiente de la Fuerza Aérea Uruguaya y compuesta por 12
miembros -entre pilotos civiles y militares, psicólogos, ingenieros, meteorólogos, controladores
aéreos, especialistas en informática, además de consultores externos que apoyan la actividad-,
que recibe más de 100 denuncias en el año.
Desde su creación en 1979, este organismo
procesó más de 2.200 denuncias y sólo 1.200 fueron indagadas, porque no todos los casos
ofrecen elementos para abrir una investigación. Es decir, en lo relativo a Ovnis, de alguna
manera somos un país preparado y alerta.
Como cantaba John Lennon en God: "No creo en Mao, ni en Kennedy, ni en Zimmerman, ni en
Elvis, ni en Budah ni en Jesús… solo creo en mí". Con el tema Ovnis, me sucede lo mismo. Al
principio, hace 30 años o más, me interesaba y traté de obtener alguna comprobación tangible.
Leí mucho y hasta conocí personas de notables dotes intelectuales que me contaron sus
experiencias y su disposición a creer a rajatabla en el fenómeno Ovni. Incluso, un talentoso
actor uruguayo que vive en Argentina me confesó que él estaba siempre preparado para ser
abducido por los extraterrestres, para lo cual practicaba la abstinencia sexual y una dieta
especial. Pero esa cercanía y esos testimonios nunca me convencieron.
Y mi duda mayor radica en lo siguiente: a lo largo de los años, y para los tiempos
contemporáneos desde la década del 40 del siglo pasado, los Ovnis andan dando vueltas pero
nunca se deciden a estacionar. Los que tripulan las naves podían haberse presentado y explicar
qué es lo que buscan, desde dónde vienen y para qué. Blas Pascal dijo que el Universo era una
esfera infinita cuyo centro se encuentra en todas partes y la circunferencia en ninguna. Por
qué, con esa inmensidad disponible, los Ovnis elegirían el Puente Mauá -que, me apresuro a
decir, es hermoso y en su momento fue el más largo de Sudamérica- para desarrollar sobre él
sus merodeos y extrañas acrobacias. ¿Qué sucede allí que les interesa o llama la atención
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